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The Edge of Utopia - Confirmación Normal
Dom Sep 06, 2015 4:49 pm
THE EDGE OF UTOPIA
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GRAN REVUELTA DEL 53
En diciembre de 2952, se llevó a cabo el golpe de Estado liderado por el general Thomas Maxwell Butler, uno de tantos sucedidos a lo largo de los siglos tras la profunda crisis que asoló a todos los países a principios del Segundo Milenio. La población ya se había acostumbrado a los azares políticos, a la corrupción y a mirar hacia otro lado para seguir con sus vidas, pero sin duda no estaban preparados para el cambio drástico que les esperaba con el nuevo régimen.
Porque entonces llegó El Sistema.
Desde el Ateneo de la ciudad de Olympus, sede del Gobierno, el Presidente Butler comenzó la instauración de un procedimiento por el cual todos los habitantes quedarían conectados a una nueva red cuya función sería regular y garantizar el bienestar tanto físico y emocional del individuo como su situación económica y familiar. El Gobierno lograría asegurarle de este modo a la población un alto nivel de vida; al mismo tiempo, conseguiría pleno control sobre la producción y situación civil y laboral general. Para ello, se pondría en disposición del sujeto todo el material que fuese necesario para su estado óptimo. No sería necesario que el pueblo dudase, el Sistema haría todo por él y por sus necesidades más básicas.
Olympus fue la primera ciudad en introducirse al Sistema. En enero de 2953, se les concedió a todos los habitantes de la ciudad su dispositivo de control, una pulsera sin cierre. Niños, adultos y ancianos fueron dotados con un número de identificación y empezaron a convivir con el Sistema. Sus pulseras, portadas con una voz autómata que asumía el papel de “conciencia externa”, les indicaban cuándo sus índices emocionales estaban peligrosamente oscuros y comenzaban a alejarse de lo estipulado por el nuevo régimen.
Algunos se dieron cuenta de que este supuesto orden utópico no era más que un modo de privar al individuo de la libre elección: su pensamiento, su forma de actuar, su mente al completo, se veía sometida al control de una máquina. De este modo, comenzaron las primeras revueltas. Su principal símbolo fue la destrucción de los brazaletes de sus muñecas, lanzándolos contra el Presidente a su salida del Ateneo. Esto ocurrió en marzo de 2953.
Este acto en contra de la autoridad y la continuación de los movimientos revolucionarios, supuso el encarcelamiento de todas esas personas que defendían su libertad. Durante los siguientes meses fueron encarcelados aquellos cuyas muñecas no lucían la pulsera reglamentaria y también los que poseían índices de criminalidad elevados, superiores al 65%, independientemente de si habían ido contra el régimen del Presidente Butler o no.
De esta manera, se efectuó con rapidez la segunda parte de la implantación del Sistema: aquella cantidad desmesurada de rebeldes y convictos fue trasladada a lo que más tarde se conocería como Golgotha: bajo tierra, se había creado un complejo donde los presidiarios vivirían efectuando trabajos forzosos para la sociedad libre de Olympus. Así pues, la vida anteriormente conocida se desvaneció y la sociedad quedó dividida en dos realidades completamente contrapuestas, una de aparente perfección y armonía frente a otra que ni siquiera contaba con la luz directa del sol.
Con el paso del tiempo, el Gobierno reforzó las medidas precisas para que el Sistema pudiese continuar vigente sin ninguna nueva problemática: lo que antes eran unas pulseras se convirtieron en chips insertados en la nuca de los habitantes de Olympus y se creó una guardia especial, la única que pudiese entrar en los dos sectores con plena libertad y que garantizase el control del pueblo subterráneo. Del mismo modo que evolucionaba la ciudad bajo el sol en su utópica dictadura, bajo tierra se desarrolló la zona del calvario, de las penurias, donde la gente que había querido la libertad encontró una agonía aún mayor.
ESTADO ACTUAL: AÑO 3.043.
Fue asombroso cómo la gente de a pie terminó acostumbrándose a la situación que se le presentaba. Si bien en Golgotha este hecho fue realizado por medio de la represión y patrulla constante de la guardia, en Olympus únicamente fue preciso una muestra del confort que se podía alcanzar a través de las normas establecidas: las fiestas, los actos públicos y salones dedicados al ocio se convirtieron en una rutina a la que todos podían tener acceso, facilitando que su estado anímico regido por el sistema siempre se encontrase resplandeciente. Esto también favoreció el óptimo rendimiento, como había previsto el Gobierno, por el cual la población cumplía con su jornada sin ningún tipo de réplica. De esta manera, además, aumentaron los beneficios de las figuras próximas al Estado, por lo que se creó una clase de mayor poder monetario, la aristocracia, distinguida y de mayor rango que los civiles comunes. Comenzaron a organizar los acontecimientos más extravagantes y llamativos, las fiestas más famosas y los espectáculos más alabados de toda la ciudad. La moda, la imagen, el anhelo de perfección junto con la sofisticación, se convirtió en la completa aspiración, un aspecto que se fue extendiendo entre todos los ciudadanos hasta convertirse en el sello de los habitantes de Olympus: bellos, perfectos gracias a la cirugía estética y sencillamente libres de cualquier problema o preocupación que pueda enturbiar su pacífica vida.
Mientras tanto, bajo sus pies, Golgotha continuó también un lento avance. Se construyeron viviendas, aunque mucho más ruinosas, como todo en esa ciudad subterránea. Pese a que la industrialización se desarrolló y el núcleo urbano iba en aumento junto con la natalidad, la esperanza de vida descendió por las precarias condiciones y, en general, reinaba la desolación. Muchas personas, por miedo a que la situación empeorase, decidieron acomodarse a lo que se le había presentado, rogando porque con su buen rendimiento pudiesen llegar a acceder a Olympus. Sin embargo, otra parte de la sociedad continuaba con un gran descontento, algo que llevó a la formación del grupo más destacado de opositores del Sistema en Golgotha: los Hellhounds.
Así pues, casi cien años después de que se irguiesen los nuevos cimientos del progreso propugnados desde el Ateneo, Judith Butler, nueva presidenta de Olympus, contempla desde arriba el fruto del empeño de sus antepasados, dispuesta a mantener la paz artificial que reside en su territorio, incluso si tiene que erradicar las profundidades de la tierra. No obstante, los rebeldes, organizándose progresivamente y bajo las órdenes de un joven líder tan frívolo y cruel como la propia presidenta, no parecen estar dispuestos a consentir un abuso y reclusión tan desalmada por mucho más tiempo.
¿Será capaz la raza humana de superar, finalmente, a esa máquina que se ha hecho con el control de su existencia?
En diciembre de 2952, se llevó a cabo el golpe de Estado liderado por el general Thomas Maxwell Butler, uno de tantos sucedidos a lo largo de los siglos tras la profunda crisis que asoló a todos los países a principios del Segundo Milenio. La población ya se había acostumbrado a los azares políticos, a la corrupción y a mirar hacia otro lado para seguir con sus vidas, pero sin duda no estaban preparados para el cambio drástico que les esperaba con el nuevo régimen.
Porque entonces llegó El Sistema.
Desde el Ateneo de la ciudad de Olympus, sede del Gobierno, el Presidente Butler comenzó la instauración de un procedimiento por el cual todos los habitantes quedarían conectados a una nueva red cuya función sería regular y garantizar el bienestar tanto físico y emocional del individuo como su situación económica y familiar. El Gobierno lograría asegurarle de este modo a la población un alto nivel de vida; al mismo tiempo, conseguiría pleno control sobre la producción y situación civil y laboral general. Para ello, se pondría en disposición del sujeto todo el material que fuese necesario para su estado óptimo. No sería necesario que el pueblo dudase, el Sistema haría todo por él y por sus necesidades más básicas.
Olympus fue la primera ciudad en introducirse al Sistema. En enero de 2953, se les concedió a todos los habitantes de la ciudad su dispositivo de control, una pulsera sin cierre. Niños, adultos y ancianos fueron dotados con un número de identificación y empezaron a convivir con el Sistema. Sus pulseras, portadas con una voz autómata que asumía el papel de “conciencia externa”, les indicaban cuándo sus índices emocionales estaban peligrosamente oscuros y comenzaban a alejarse de lo estipulado por el nuevo régimen.
Algunos se dieron cuenta de que este supuesto orden utópico no era más que un modo de privar al individuo de la libre elección: su pensamiento, su forma de actuar, su mente al completo, se veía sometida al control de una máquina. De este modo, comenzaron las primeras revueltas. Su principal símbolo fue la destrucción de los brazaletes de sus muñecas, lanzándolos contra el Presidente a su salida del Ateneo. Esto ocurrió en marzo de 2953.
Este acto en contra de la autoridad y la continuación de los movimientos revolucionarios, supuso el encarcelamiento de todas esas personas que defendían su libertad. Durante los siguientes meses fueron encarcelados aquellos cuyas muñecas no lucían la pulsera reglamentaria y también los que poseían índices de criminalidad elevados, superiores al 65%, independientemente de si habían ido contra el régimen del Presidente Butler o no.
De esta manera, se efectuó con rapidez la segunda parte de la implantación del Sistema: aquella cantidad desmesurada de rebeldes y convictos fue trasladada a lo que más tarde se conocería como Golgotha: bajo tierra, se había creado un complejo donde los presidiarios vivirían efectuando trabajos forzosos para la sociedad libre de Olympus. Así pues, la vida anteriormente conocida se desvaneció y la sociedad quedó dividida en dos realidades completamente contrapuestas, una de aparente perfección y armonía frente a otra que ni siquiera contaba con la luz directa del sol.
Con el paso del tiempo, el Gobierno reforzó las medidas precisas para que el Sistema pudiese continuar vigente sin ninguna nueva problemática: lo que antes eran unas pulseras se convirtieron en chips insertados en la nuca de los habitantes de Olympus y se creó una guardia especial, la única que pudiese entrar en los dos sectores con plena libertad y que garantizase el control del pueblo subterráneo. Del mismo modo que evolucionaba la ciudad bajo el sol en su utópica dictadura, bajo tierra se desarrolló la zona del calvario, de las penurias, donde la gente que había querido la libertad encontró una agonía aún mayor.
ESTADO ACTUAL: AÑO 3.043.
Fue asombroso cómo la gente de a pie terminó acostumbrándose a la situación que se le presentaba. Si bien en Golgotha este hecho fue realizado por medio de la represión y patrulla constante de la guardia, en Olympus únicamente fue preciso una muestra del confort que se podía alcanzar a través de las normas establecidas: las fiestas, los actos públicos y salones dedicados al ocio se convirtieron en una rutina a la que todos podían tener acceso, facilitando que su estado anímico regido por el sistema siempre se encontrase resplandeciente. Esto también favoreció el óptimo rendimiento, como había previsto el Gobierno, por el cual la población cumplía con su jornada sin ningún tipo de réplica. De esta manera, además, aumentaron los beneficios de las figuras próximas al Estado, por lo que se creó una clase de mayor poder monetario, la aristocracia, distinguida y de mayor rango que los civiles comunes. Comenzaron a organizar los acontecimientos más extravagantes y llamativos, las fiestas más famosas y los espectáculos más alabados de toda la ciudad. La moda, la imagen, el anhelo de perfección junto con la sofisticación, se convirtió en la completa aspiración, un aspecto que se fue extendiendo entre todos los ciudadanos hasta convertirse en el sello de los habitantes de Olympus: bellos, perfectos gracias a la cirugía estética y sencillamente libres de cualquier problema o preocupación que pueda enturbiar su pacífica vida.
Mientras tanto, bajo sus pies, Golgotha continuó también un lento avance. Se construyeron viviendas, aunque mucho más ruinosas, como todo en esa ciudad subterránea. Pese a que la industrialización se desarrolló y el núcleo urbano iba en aumento junto con la natalidad, la esperanza de vida descendió por las precarias condiciones y, en general, reinaba la desolación. Muchas personas, por miedo a que la situación empeorase, decidieron acomodarse a lo que se le había presentado, rogando porque con su buen rendimiento pudiesen llegar a acceder a Olympus. Sin embargo, otra parte de la sociedad continuaba con un gran descontento, algo que llevó a la formación del grupo más destacado de opositores del Sistema en Golgotha: los Hellhounds.
Así pues, casi cien años después de que se irguiesen los nuevos cimientos del progreso propugnados desde el Ateneo, Judith Butler, nueva presidenta de Olympus, contempla desde arriba el fruto del empeño de sus antepasados, dispuesta a mantener la paz artificial que reside en su territorio, incluso si tiene que erradicar las profundidades de la tierra. No obstante, los rebeldes, organizándose progresivamente y bajo las órdenes de un joven líder tan frívolo y cruel como la propia presidenta, no parecen estar dispuestos a consentir un abuso y reclusión tan desalmada por mucho más tiempo.
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