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Me encantan los finales felices, son tan escasos.
Mar Ago 06, 2013 7:17 pm
"Sulpicia se encuentra fascinada por su nueva vida; ha dejado atrás la mortalidad y se ha enamorado del vampiro mas temido del mundo, pero ¿Cuál es su verdadera historia? ¿Tendrán ella y Aro una eternidad emocionante juntos? o por el contrario ¿Su relación terminará por volverse rutinaria?"
Bueno, les quiero presentar el fic que he escrito desde hace tiempo, aun no está terminado, pero iré subiendo los capítulos que tengo hechos y espero que me dejen sus comentarios y sobre todo que les guste.
Estas son las imágenes de las 3 reinas Vulturi como las he imaginado durante la creación de esta historia.
- Sulpicia:
- Athenodora:
- Didyme:
Primer Capítulo:
Dolor
El ardor se propagaba por cada rincón de mi cuerpo, era como estarse quemando viva, jamás había sentido tanto dolor, no era posible comparar aquella sensación con ninguna otra.
Sentía que me retorcía, no estaba segura de estar gritando o no, y es que simplemente ni si quiera podía pensar con claridad, no escuchaba nada, mi cerebro estaba concentrado en el dolor, en eso era en lo único en lo que me enfocaba, en el fuego interno que me carcomía por completo, ¿Acaso estaba muriendo?, o ¿Este era el infierno?
Rogaba que parara, quería que esto terminara de una vez por todas, no podía más, esto era demasiado, mucho más de lo que cualquiera pudiera soportar. Intente tranquilizarme y pensar en otra cosa, cualquier cosa que alejara o al menos calmara un poco aquel ardor que dominaba mi cuerpo.
Lo único que recordaba hasta antes de sentir este inmenso dolor era ese par de hermosos ojos rojos mirándome con cierta preocupación, su voz melodiosa me advirtió que lo siguiente no sería fácil, pero que al final todo valdría la pena, inmediatamente después se inclino hacia mi cuello y sus dientes penetraron en mi piel, cerré los ojos y todo esto comenzó.
Ya no era consciente de casi nada. No sabía cuánto tiempo llevaba sintiendo aquello, pero ciertamente me parecía que llevaba soportándolo una eternidad. Intentaba abrir los ojos, tal vez de esa manera aquella maldita pesadilla terminara al fin… pero me era imposible, no podía, aunque lo intentara una y mil veces parecía que tenía los ojos sellados, no me respondían.
La oscuridad reinaba en mis pupilas, no distinguía nada, ni una sombra, ni siquiera el más mínimo reflejo… nada, pero al menos ahora era capaz de pensar en algo que no fuera el dolor, pues este parecía calmarse, se volvía más débil, o tal vez yo me volvía más fuerte, no lo sabía, pero me sentía ligeramente mejor.
Algunas imágenes borrosas comenzaron a invadirme, parecía un sueño, pero uno de muy mala calidad pues me costaba distinguir algunos detalles, era como estar viendo a través de un par de anteojos manchados con lodo. Distinguía mi cabello alborotado mientras me veía reflejada en el enorme y elegante espejo que se encontraba justo en la entrada de la antigua y perfecta recepción del castillo, pero justo cuando trataba de enfocarme más en esos borrosos detalles la imagen cambio como si alguien o algo hubiera pasado la fotografía anterior con prisas.
Una imagen nueva apareció, esta vez ese recuerdo no me tenía a mí como protagonista, por el contrario tenía como protagonista a la figura más perfecta que hubiera si quiera podido imaginar en mis sueños más locos. Si, lucía perfecto, perfecto y hermoso aun para ser una imagen increíblemente borrosa y enlodada, ciertamente se me dificultaba mucho distinguir sus rasgos debido a la mala calidad de las visiones, pero no tenía ninguna duda sobre la criatura en la que se basaba ese recuerdo, era imposible, pues jamás había estado frente a un ser más perfecto.
El dolor se esfumaba lentamente, algunas zonas de mi cuerpo dejaban de sentir ese calor insoportable mientras mi cerebro jugaba conmigo pasándome montones de imágenes a gran velocidad. Me di cuenta de que mi parte inconsciente trataba de mostrarme lo que había sido mi vida… mi triste, solitaria y patética vida.
Pude reconocer algunas, aunque otras simplemente las ignore, pues los recuerdos fluían y avanzaban a gran velocidad, tanta que en ocasiones me era mucho más difícil observarlas y descifrarlas.
El dolor había desaparecido de mis piernas. Era como si se fuera extinguiendo de abajo hacia arriba, y ahora que me sentía mucho mejor podía reconocer algunos sonidos.
Uno de ellos era un ligero y muy lento golpeteo; me costo muy poco descubrir que aquel sonidito surgía de mi interior y seguramente se trataba de mi corazón dando sus últimos suspiros.
El fuego desapareció también de mi abdomen y de mis brazos, la sensación de bienestar subió por mi pecho hasta mi cuello y luego llego hasta mi rostro y mi cabeza; pronto estuve libre de dolor.
Mis ojos se abrieron casi como si de un acto reflejo se tratase y entonces pude observar todo. La habitación estaba completamente iluminada por algunos farolillos muy elegantes que no había notado cuando llegué, todo se veía más claro y mucho más brillante, y entonces comprendí porque las imágenes de mis recuerdos lucían tan borrosas; era así porque mis ojos humanos no habían visto nunca nada con tanta claridad como lo hacían ahora.
Un par de segundos después de haber notado aquello mi vista se clavo en el ser que se encontraba a mi derecha, sentado en el borde de la cama en la que yo me encontraba recostada. Una sonrisa dulce se formo en mis labios mientras lo observaba. El era mucho más perfecto ahora, millones de veces más guapo y hermoso de lo que había notado antes, con mi antigua visión humana.
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